¡SALVEMOS AL FLAGELO!
En aquel lejano 1998, las letras del primer Flagelo Revista aun revuelan por mi cerebro. En marzo del 2005, aun siento los nervios ante el micrófono a sabiendas que miles -para ser honesto, tal vez cientos... o decenas - de radioescuchas estarían pendientes de nuestra voz. El Flagelo, el azote. Creado para dar rienda suelta a nuestra imaginación y a nuestra imperiosa necesidad de expresarnos. Y es precisamente la expresión, la libertad de opinar y compartir el duro trabajo de nuestras neuronas -pocas, pero ¡como chingan!- es lo que debemos proteger. El Flagelo, el azote. También creado para desbordar nuestro humor, pero sobretodo nuestra manera de afrontar nuestros defectos y chingaderas. Para decirnos pendejadas, bah. Esto es el Flagelo, nuestro seudonimo grupal, cada vez que vociferamos contra algo que NO nos parece, cada vez que se discuten cuestiones políticas, religiosas o meras fumadas, cada vez que inventamos un nuevo apodo, cada vez que tomamos las chelas, cada vez que nos expresamos. Somos la irreverencia, somos Flagelo.
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